Nueve Relatos

Hace unos días tuve una videollamada con un flaco

Conny Betzabé (Conny Orihuela)

«Once de la noche», decía su último mensaje. «Once de la noche», repetía ella en su mente. Cucú, once de la noche constantemente. Son las dos de la tarde, sin desayunar ni almorzar, tareas pendientes, no puede ni leer porque hay muchísima bulla, de la gente. A veces quisiera desaparecer, es lo que quiere ahora mismo, ¿por qué? No tengo idea, le pasa cada cierto tiempo, tal vez sea su periodo. 

¿Qué hablas, huevona? Si a mí ni me viene la regla. 

Ahora, el bullicio está en su cabeza. Ehhh, déjeme terminar… El periodo de sufrir y autoflagelarse para hacer más divertida su vida. Claro, porque es justo cuando ese agujero negro termina que logramos mirarnos al espejo, sonrientes no todos los días, pero hacemos el intento. Lo está intentando, ¿verdad? 

Cinco p. m., las letras de los documentos bailan, la música estridente la relaja, quisiera estar en una caja; perdón por el francés, diría él, pero putamadre ¿Qué me pasa? Se pregunta ella y golpea su cabeza, no fuerte, tampoco está loca, solo golpecitos para saber que está presente, para no irse, para un reset. Un F5. Actualizar la ventana. ¿Por qué, si hace todo bien, el resultado no es satisfactorio? ¿Por qué cuestiona todo, qué gana haciéndolo?… Ella solo quisiera ser ese perro que, en la puesta de sol, se acurruca y lo disfruta, pero es un perro que cava su propio hueco para cuando su vida se siente caduca. Ay, ya deja de pensar huevadas; se dice. Recuerda, cucú once p. m., cucú. Espabila, chiquilla, se dice.

Estos soliloquios y otros más se los comenta por un mensaje de WhatsApp y él se ríe, ríe mucho, pero le y les aseguro que son solo ideas, ella no quisiera espantarlo y que crea que… Once p. m., once p. m., once p. m., p. m., p. m., p. m., m, m, m… m i e r d a. Le dijo que, si quería, se tomara un tiempo y se relajara, que estaría disponible para finalizar el día. Así es, ambos tienen prioridades. Y va a confesárselo para aliviarlo; Morir ya no es una de ellas, a pesar de que mantenerse a salvo de una misma cuesta. Todas morimos, entonces… ¿por qué no darle una oportunidad a la vida, por diversión o por la anécdota, para tener qué contar algún día?, de eso se trata todo esto: historias, cuentos, leyendas. Cuando mi voz sea guía... mejor no, no quiero crías. Espabila, chiquilla, le hago saber.

Escucha el reloj de su ser… ¡Carajo!, las diez. No lo puede creer, qué rápido pasa el tiempo en la mente del ser humano. Cena lo que puede, debe bañarse para sacar la mierda que trae dentro. Su llanto se pierde entre el canto de Macuco Gallardo… Que alguien me explique por qué escuchamos música triste cuando estamos tristes... Le cambia, suena un bolero. Putamadre. Otra vez. ¿Qué quiero? ¿Qué busco causándome a mí misma un sufrimiento que a todos a mi alrededor les es ajeno? El tiempo se le fue volando. Perdí, pe, sin siquiera haber jugado. 

Once y media p. m., y eso que lo tenía planeado desde el mediodía. Le textea un Discúlpame. ¿aún puedo llamarte? ¿Le llamará? Y sí… Entra una llamada, él la está llamando. Putamadre. Le gustaría esconderse bajo su cama, pero no tiene una; taparse la cara con la almohada, pero tampoco usa almohadas. ¿Rara? No lo creo, no la juzguemos por eso, son cosas materiales, cáscaras; a ella le gusta ir ligera por la vida, o eso cree. Tal vez se lo repite constantemente para ocultar el hecho de no tener ni un céntimo, pero no importa, ¿no? No necesariamente lo que hacemos debe generar ingresos… Si de algo estoy segura es de que a ella le salva hacer lo que hace, vive por y para ello, así tenga o no tenga un pago. Tiene más que dinero: tiene aprecio. Se lo repite en ayunas tres veces para creérselo o ayuna tres veces y no se lo puede creer. Qué más da. 

A menos que vivas con tus padres y todo sea caos porque lo que haces no está dentro de lo que ellos consideran una verdadera profesión, digo... Mejor no sigo. Porque ella deja de respirar. Se pone muy roja. Puta, qué tarada. ¿Por qué se hace esto? ¿Puta o tarada? De casualidad, me observa en el espejo, ¿está sucio o soy yo? ¿Qué?… ¿la ducha no reparó lo que ese otro alguien arruinó? ¿Qué otro? 

Primer acto. Ahí está ella, ahí estoy yo, ahí estamos varias. Una ciudadana peruana de a pie intentando ser alguien desde las seis de la mañana; no pasan veinte minutos y sentimos una mano, no una mano amiga. Echamos a correr. Auxilio. No es cierto. El día sigue y hay que comer. Segundo acto. De tarde, pero no tan tarde, aclaro. Claro, para que no nos echen la culpa. Tampoco traía falda; es más: traía un polerón todo viejo y pantalones sueltos. Caminamos, bien bacán porque ya estamos en el barrio, ¿qué le podría pasar a alguien en su barrio? Y como ya sabemos: no hay ni para el micro, mucho menos para el taxi. Aprendimos a confiar más en nuestras piernas… Ya cerca, tan cerca que podíamos oler el aderezo del olluquito que emanaba de nuestra casa, a una simple cuadra de casa; o era ajiaco, su versión aplastada, hecha puré, como quedamos. 

El recuerdo es vago, no lo comimos, y así pasaron días mirando al techo. ¿Por qué ella? ¿Por qué yo? ¿Por qué nosotras? ¿Qué de malo hemos hecho? Esta vez no fue una mano. De hecho, ni siquiera nos tocaron. Desde su auto, la bestia, andaba a la caza. Señorita, ¿sabe la siguiente dirección…? oímos que alguien nos dirige la palabra; acción: nos quitamos los audífonos y muy amablemente señalamos; tampoco recordamos hacia dónde porque lo único que vemos es a un conductor en su auto masturbándose, sin poder movernos y no exactamente por cansancio. Apagón. Fue la mirada perpetua mostrando una dentadura malévola la que concretó su acto, cumplió su objetivo, nos rompió. A ella, a mí, a muchas otras. 

Y cuando, pasados un par de años de haberlo hablado, ella creía que había surgido cual ave fénix… Tercera llamada, tercera… o ¿tal vez cuarta? No importa el orden, ya hemos perdido la cuenta. Y ella está a punto de soltarlo todo. Entre avenidas largas, oscuridades, rostros indescifrables, se topa con otro sujeto nada cuerdo, dándose placer a plena luz del sol. No tendría nada de malo si no fuera en el bus, a unos asientos del de ella, echándole un vistazo porque él sabe que le teme, que no va a poder hacer nada, se sabe supremo. Y ella se pregunta: Estos hombres, ¿con qué cara desayunan a la mesa con la familia? O no desayunan, o no tienen familia, o cara… ¿cómo cuándo nace esa necesidad de ir por la vida imponiéndose, buscando qué, mostrando el pene para qué? Y por qué tenía que ocurrirle a ella. Por qué a mí, ¿te lo has preguntado? En el fondo quisiera ser hombre. Sí, quisiera. ¿Para tener pene?, le pregunto.

SILENCIO

No. Para que no se me vulnere… Perdón, la estoy haciendo larga, debo contestar. La llamada se detiene. Es el miedo, el miedo paraliza. Lección aprendida. ¿Estás ahí?, envía ella. Estoy aquí, él contesta. ¿Estás ocupada? No estoy ocupada. ¿Pasó algo? No sé. Y agrega sticker de chemsito triste. Si contestas, tal vez podamos hablarlo, señala él… Sí, tal vez. Esta vez llama ella. Y en videollamada, como pendeja… Después de haber pateado el tiempo todo el día, termina rendida, pero por sus decisiones, no por actos fortuitos ni por alimañas del paso. Por un par de horas descansé, yo, su amiga desconfianza, ¿me dejó libre o solo me dio una pausa? Me callo. No importa nada, por ahora. Disfruta tu momento de gloria. Ella lo observa; porque quiere, porque es mutuo, porque hay respeto, porque no tiene nada de malo si el placer es un regalo. Pero no como se les ha hecho creer a esos de pensamiento estrecho. Ya no quiere cuestionar nada, yo estoy en off y ella, muy cansada. Solo quiere acariciar las sábanas imaginando que son sus palmas, escuchar ya no música triste, sino su agitado aliento; y no ver penes de extraños, ver el pene del flaco al que ha videollamado, saborear la sonrisa que le ha dejado tatuada y respira, respira, respira cada vez más pronto, sin importar si el reloj detiene sus manecillas. Ya ves, no pasó nada, le digo. Nos damos una tregua. Respira y cuelga. Tranquila, le digo. Esta vez fue con-sentido.

Conny Betzabé (Conny Orihuela)

Actriz-investigadora, dramaturga y poetisa. Bachillera en Artes Escénicas, egresada de la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático (Ensad). Colaboradora en el blog de crítica teatral Oficio crítico. Como actriz ha participado en el elenco teatral El Quipu Enredado en la Casa de la Literatura Peruana, y actualmente forma parte del elenco profesional de la Ensad.

Síguenos en:
chevron-downchevron-leftchevron-right