Que ninguna trama, ningún padecimiento autobiográfico, ningún gran tema nos haga olvidar de que fundamentalmente ahí, en el trabajo con el lenguaje y sus potencialidades, con el lenguaje como materia viva, portadora de sentidos que no dominamos, está el corazón de la escritura.
Recomiendo un libro que ha devenido en una especie de clásico subrepticio: esa novela de J. K. Huysmans que, en francés, se llama A rebours y que, en sus mejores versiones, ha sido traducida como A contrapelo o Al revés.
La narración está centrada en la figura de Des Esseintes, un neurótico extravagante de fines del siglo XIX que, harto de la existencia contemporánea, plagada de excesos burgueses, decide dejar París y aislarse en una villa en las afueras, en la que pretende vivir como una especie de eremita que se despojará solo de lo que lo atormenta, pero no del resto. Ahí, de hecho, dejará que sus días y su mente vaguen solo entre aquellas cuestiones que le provocan interés, entre ellas, obras de artistas visuales como Gustave Moreau, Jan Luyken y Goya; narraciones clásicas como las de Apuleyo, Petronio y Tertuliano; narraciones por entonces contemporáneas, como las de Poe, Dickens y Mallarmé; discusiones filosóficas que involucran a Cicerón y Séneca; revisiones de posturas religiosas en las cuales Schopenhauer aparece como alternativa; un recorrido por la música religiosa medieval, su favorita; otro recorrido por sus propios recuerdos, entre los cuales destaca el de aquel chico que se convirtió en delincuente para vengarse de la cruda sociedad; una atención especial a las flores, cuanto más artificiales, mejor; y una serie de invenciones domésticas de lo más desopilantes, entre las que figura un acuario lleno de peces también artificiales que nadan movidos por un mecanismo de relojería.
Me expando un poco en esta enumeración para que se aprecie de qué está hecha esta novela: más de microensayos y anotaciones acerca de esos temas puntuados que del desarrollo de una trama, lo cual, para quien está empezando a escribir, me parece interesante en dos aspectos. En principio, por eso de apartarse de la tiranía de la trama —que a veces parece sinónimo suficiente de novela— y llevar la narración hacia otras zonas que pueden generar otras capas de sentido, en este caso, el ensayo. Y, luego, por una instancia biográfica con moraleja, digamos, por ese gesto del propio Huysmans, quien, para tomar esa dirección narrativa, para darle forma a este libro, tuvo que abandonar la senda del Naturalismo en la que venía escribiendo hasta entonces, apadrinado nada más y nada menos que por Émile Zola, lo cual —por supuesto— le generó problemas con el maestro. No quiero decir con esto que el parricidio literario sea una obligación, pero sí recordar que quien escribe debe estar siempre tomando lo que tiene a su alrededor, pero, sobre todo, debe estar buscando su propia senda, no importa con quién eso lo lleve a pelearse, de quién a distanciarse.Y recomiendo también a mi compatriota Sara Gallardo, especialmente su novela Eisejuaz y su colección de cuentos El país del humo, porque en esos dos libros, así de distintos como son, el lenguaje está tensionado con una precisión y un estado de trance gloriosos. No por eso quiero decir que cada persona que escriba tenga que buscar el lirismo extrañado del protagonista de Eisejuaz ni asomarse a los extraordinarios abismos de la elipsis que recorren El país del humo: lo que sí recomiendo, y con creces, es tener siempre esa conciencia y esa percepción del lenguaje cuando se escribe. Incluso hasta para generar una prosa supuestamente anodina, sin grandes apuestas barrocas o musicales, es necesario sintonizar con las potencialidades de la lengua: que ninguna trama, ningún padecimiento autobiográfico, ningún gran tema nos haga olvidar de que fundamentalmente ahí, en el trabajo con el lenguaje y sus potencialidades, con el lenguaje como materia viva, portadora de sentidos que no dominamos, está el corazón de la escritura.
Autora de Derroche (2022, Premio Sara Gallardo), Mal de época (2017, finalista Premio Médicis), Inclúyanme afuera (2014, Premio Ricardo Rojas), Bajo influencia (2010), Desubicados (2006) y Falsa calma (2005). Compiló una serie de volúmenes de no ficción: Acento extranjero, Patagonia, Idea crónica. Escribe en distintos medios. Da clases en la Maestría de Escritura Creativa de la Universidad Nacional Tres de Febrero y en la Diego Portales de Chile. Sus libros han sido traducidos al alemán, francés, inglés, italiano y sueco. Camina compulsivamente. Vive en Buenos Aires.