Creo que tenía entre ocho y diez años.
Esa Navidad no esperaba nada. Nunca esperaba nada.
Me habían enseñado a no esperar nada.
El regalo tenía forma rectangular y cabía en la palma de mi mano.
Una caja que decía
Busca en la entrada principal.
Pasaron por mi cabeza, en un segundo, todas las veces que me dijeron que agradezca todo lo que se me regale.
Yo no esperaba nada.
Pensé que debía buscar en la entrada principal de mi corazón.
No encontraba otro sentido al regalo que había recibido.
Me forcé, en un instante automático, a darle valor.
Dos lágrimas quisieron asomarse a mis ojos.
Miraba la diminuta caja en mi mano.
Se desenfocaba.
No estaba triste, yo no esperaba nada, ¿no?
Mi mamá se agachó y me dijo que buscara, literalmente, en la puerta principal.
¿Siempre he sido tan malo con la literalidad del lenguaje?
Caminé a la puerta tambaleándome, con la caja apretada en mi mano derecha.
Se abrió e ingresó la llanta negra de la primera bicicleta de mi vida.
Se congeló el tiempo.
Me invadió la angustia.
No esperaba nada, pero recibía mucho.
Recuerdo llorar, reír, saltar, abrazar, y agradecer más veces de las necesarias.
Agradecer, agradecer y agradecer, hasta que me creyeran.
Artista interdisciplinario con más de quince años de trayectoria en las artes escénicas.
Licenciado en Teatro y bachiller en Actuación de la Facultad de Artes Escénicas de la PUCP. Director, escritor e improvisador teatral. Actualmente es predocente PUCP en la Facultad de Artes Escénicas. Está en proceso de titulación como magíster en Escritura Creativa en la MEC-PUCP. En la pandemia, publicó —en forma independiente— su primer poemario.